22 de noviembre de 2008

¿NAZIS EN CHILE?

Ya no sé si somos los reyes del eufemismo, simples hipócritas o la memoria nos falla. Lo cierto es que la noticia de la aparición de grupos neonazi pareciera haber sorprendido. Como si no pudiéramos aceptar que en nuestra sociedad abierta, aceptadora de la diversidad y de generosa mirada hacia lo nuevo, haya surgido esta rémora a detener nuestro avance. La verdad que muchos no quieren ver es que tales grupos no son nada nuevo. ¿Qué era la Colonia Dignidad? Desde la década de los 60 del siglo pasado que se trataba de terminar con este verdadero enclave germano.

Y no se podía. Existían pruebas contundentes de que allí se desarrollaba una comunidad que seguía dictados muy similares a los que trató de imponer Adolf Hitler en todo el mundo. Paul Schaefer, su jefe, perteneció al ejército nazi. Antes de eso, el movimiento nacionalsocialista era fuerte en Chile. Y en los años 40, una asonada organizada por los nazis criollos intentó derrocar al presidente Arturo Alessandri. El levantamiento terminó con lo que hoy se conoce como la masacre del Seguro Obrero. Más recientemente, durante la dictadura del general Augusto Pinochet, los grupos nacionalistas tuvieron un fuerte impulso. El Movimiento Revolucionario Nacional Sindicalista (MRNS) fue uno de ellos. Recibió protección y fondos del Estado. Su jefe político, Misael Galleguillos, fue Secretario Nacional de los Gremios. Permaneció en el cargo desde 1977 hasta el 15 de marzo de 1982, cuando su cabeza rodó para apaciguar las embravecidas olas que levantó el asesinato del líder sindical Tucapel Jiménez. Junto a él, otro civil debió renunciar a su puesto oficial. Jovino Novoa era Subsecretario General de Gobierno. El crimen de Tucapel también salpicó su carrera oficial.

Pero hasta el final de la dictadura, el MRNS disfrutó de un trato especial por parte del Ejército. Sus cuadros eran adiestrados por militares en ejercicio. Esto fue comprobado en la investigación que debió hacerse en torno al crimen de Jiménez. Aquellos detalles quedaron convenientemente olvidados durante el gobierno autoritario. Y después, con el retorno de la democracia, pareciera haberse impuesto el pragmatismo. El asunto del respaldo a los nazis se fue por el caño de los desperdicios de la memoria social. El Ejército no dio explicaciones. Ni siquiera ahora, que miembros en actividad aparecieron vinculados a los grupos neonazi.

Estos son datos recientes. Hay otros, por supuesto. Se remontan a la Segunda Guerra Mundial. Pero todo esto ha quedado adecuadamente rezagado bajo algún manto protector. Hacemos como que creemos que las cosas han cambiado. Hasta que aparece una tragedia como la de Antuco. ¡Y OH sorpresa! Los militares chilenos siguen formándose igual que bajo la dictadura. Con los mismos cánones fascistas que les conocimos. Para ellos, la democracia no parece haber llegado. O, al menos, no resulta un hito importante.

La sociedad chilena reacciona como lo ha hecho siempre. Toma un poco de distancia y condena la violencia. Pero no con demasiada energía y por poco tiempo. Las voces que se escuchan con más fuerza son las de los humanistas. Exigen que de una vez por todas Chile condene el racismo y cualquier tipo de discriminación con instrumentos legales. Y ahí se recuerda que hace años que una ley duerme en el Parlamento. Otros preocupados son los judíos. Saben a lo que se exponen. Pero ni siquiera éstos están muy dispuestos a mirar sin tapujos la sociedad en que viven.

Una sociedad clasista y racista. No olvidemos que hace poco, los vecinos de un sector de la Comunas de Las Condes se opuso a que una calle llevara el nombre Jorge Yarur. ¿Por qué? Porque los “turcos” no tienen pedigrí suficiente. Ignorancia. Pura ignorancia y racismo de nuestra clase media acomodada y de los sectores que gustan autodenominarse aristócratas.

Así vivimos los chilenos. En medio de estas verdades inventadas y de medias mentiras o mentiras completas. Aceptamos sin análisis lo que nos llega de afuera.
Las bandas que están asesinando punks, indigentes, golpeando homosexuales, inmigrantes negros, travestis, peruanos, son neonazi. ¿Por qué neo? Nadie ha explicado cuál es la diferencia que tienen estos fanáticos de ahora con los fanáticos de la Segunda Guerra mundial.

Y en medio de la parafernalia mediática, hacemos como si lo que estamos viendo fuera verdaderamente nuevo. Si hay soldados y carabineros involucrados, son casos aislados. Falta poco para escuchar que se trata de manzanas podridas en un canasto pletórico de hermosos frutos. Es necesario que haya periodistas golpeados cuando cubrían una manifestación, para que vuelva la sorpresa. Pero después que se anuncia alguna sanción, el problema está resuelto. No importa que la formación que reciban nuestros policías sea xenófoba, fascista. Ese es tema que ya pasó y se archivó en la mala memoria nacional. Hasta el nuevo asesinato o golpiza o atropello flagrante a los derechos humanos

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