22 de julio de 2009

Biografía de don Diego Portales Palazuelos


Esta memoria sobre el Ministro Diego Portales Palazuelos, fue encargada por el propio Gobierno de Chile a don Fernando Urízar Garfias el día en que se trasladaron sus restos hasta la Catedral Metropolitana de Santiago, siendo colocada dentro de una botella junto al cuerpo del ilustre personaje. Aunque el texto era conocido desde entonces y figuraba en algunas publicaciones, fue virtualmente "redescubierto" por analistas e investigadores que lograron dar con la ubicación precisa del cuerpo dentro de la iglesia, durante marzo del año 2005. Lo republicamos actualizando la ortografía pero sin alterar la redacción original, en la proximidad de un nuevo aniversario del asesinato del ilistre forjador del Estado en Forma de Chile.

Don Diego José Víctor Portales, hijo legítimo de don José Santiago Portales y doña María Fernández de Palazuelos, nació en Santiago de Chile el 16de junio de 1793.

Estudió en el colegio de San Carlos gramática latina, filosofía, teología, bellas artes y algo de jurisprudencia; y con estos elementos desplegó el talento extraordinario, las grandes virtudes y la fuerza de carácter que le condujeron después a los puestos más elevados, con que encadenó la fortuna y se hizo el hombre más importante, más célebre y más popular de Chile.

En su juventud fue ensayador de la casa de Moneda, cuyo destino renunció para entrar en el comercio; y a favor de sus acertados cálculos formó un capital considerable.

En octubre de 1825 se le nombró miembro del consejo consultivo del gobierno que se estableció en aquel entonces.

En 6 de abril de 1830, cuando la república ardía en una guerra civil espantosa y sufría las consecuencias de una completa desorganización, se le llamó a servir los ministerios del interior y relaciones exteriores y de guerra y marina; y desempeñó estos cargos empleando su fortuna particular en servicio del estado; y sin recibir sueldo ni ninguna especie de recompensa, hasta el 17 de agosto de 1832 en que hizo su renuncia, después de haber satisfecho las esperanzas de la nación, y se le admitió a sus repetidas instancias, expidiendo en su consecuencia el congreso nacional el siguiente decreto:

"El congreso nacional teniendo en consideración que don Diego Portales entró a servir los ministerios del despacho del interior y de la guerra en la época más angustiada de la patria, cuando destruido el imperio de las leyes y encendida la guerra civil, la anarquía y el desorden amenazaban la ruina política de la nación, en cuyas lamentables circunstancias, desplegando un celo, vigor y patriotismo extraordinarios, consiguió con la sabiduría de los consejos y el acierto de las medidas que proponía en el gabinete, reestablecer gloriosamente la tranquilidad pública, el orden y el respeto a las instituciones naciones, decreta: que el presidente de la república dé las gracias a don Diego Portales a nombre del pueblo chileno y le presente este decreto como testimonio de la gratitud nacional debida al celo, rectitud y acierto con que desempeñó aquellos ministerios, y a los generosos esfuerzos que ha consagrado al reestablecimiento del orden y la tranquilidad de que hoy disfruta la patria..."

Al salir del ministerio admitió, a instancias del gobierno, el empleo de gobernador de Valparaíso y comandante general de marina; pero sólo por cuatro meses; y en este corto espacio quitó multitud de abusos invertebrados, creó y organizó la guardia cívica, estableció el buen régimen interior e hizo todo el bien que el público y el gobierno se prometían de sus conocimientos, de la superioridad de su genio y de la fuerza de su voluntad.

En septiembre de 1835 se le llamó de nuevo al gabinete como el único medio que se presentaba para apagar la discordia que había vuelto a encenderse mientras estuvo retirado a la vida privada; e impulsado sólo por su ardiente patriotismo ocupó el 21 de dicho mes el ministerio de guerra y marina, y el 6 de noviembre inmediato el del interior y relaciones exteriores, sirviendo al mismo tiempo uno y otro. Sus extraordinarias y brillantes cualidades y el intenso prestigio de su gran nombre restableció casi instantáneamente el orden de las cosas a su curso ordinario; y en esta época de su vida pública fue cuando lucró más esa facultad que parece tenía para hacer cooperar a sus grandes fines patrióticos cuanto era necesario para realizarlos, y con que frustró todas las tentativas que los enemigos del orden público hicieron para trastornarlo.

En agosto de 1836 se tuvo noticia de que debía hallarse en las costas del sur una expedición salida del Callao al mando del caudillo don Ramón Freire, bajo protección y en buques del gobierno del Perú; y sin que tuviésemos más marina de guerra que una goleta y un bergantín desarmado, al mes de haberse recibido, se vieron como por encanto entrar presos a Valparaíso al general Freire que se había apoderado ya del archipiélago de Chiloé, y al resto de la escuadra peruana estacionada en el Callao, todo por efecto de las profundas combinaciones del ministro y de su asombrosa actividad.

Desde ese día la tranquilidad al interior del ministerio quedó establecida, el pabellón chileno dominó el Pacífico y el presidente de Bolivia y conquistador del Perú, don Andrés Santa Cruz, se vio obligado a pedir la pez; pero no ofreciendo garantías sólidas para lo venidero, el congreso nacional acordó que se le declarase solemnemente la guerra. Se formó un ejército, y hallándose acantonado en Quillota, próximo a embarcarse para el Perú, el segundo jefe aprovechó la ocasión de hallarse en el campamento el ilustre ministro para apresarlo y declararse en abierta rebelión contra el gobierno el 3 de junio de 1837. Los amotinados marcharon luego sobre Valparaíso con el objeto de apoderarse de aquella importante plaza, llevándole encadenado y haciéndole sufrir los más crueles tratamientos; el 6 del mismo mes le salieron al encuentro los cívicos de aquella heroica ciudad y el batallón Valdivia, mandados por el general Blanco, en las alturas del Barón; aquellos fueron completamente derrotados; pero los cánticos de alegría por el triunfo que vindicó las leyes y el honor del país, fueron interrumpidos por el lúgubre espectáculo que se presentaba a la vista de los vencedores. ¡El ilustre ministro, el patriota más ardiente y generoso, el estadista más célebre y más honrado, el primer hombre de Chile, aquel cuya gloriosa reputación llenaba todos los estados de América y se había extendido hasta los reinos de Europa, había sido ese día bárbara y atrozmente asesinado!

El congreso nacional en 8 de agosto de 1837, expidió el siguiente decreto:

"La nación chilena en demostración de su respeto a la memoria de su ilustre hijo don Diego Portales y de la gratitud en sus eminentes servicios en el establecimiento del orden y seguridad, en la reforma de las leyes y de la administración de justicia, en la fuerza mora y disciplina del ejército de línea, de la armada y de la milicia cívica y de todos los ramos del servicio público, ha acordaron y decreta:

1º.- Se elevará un monumento de mármol en el lugar de panteón a donde se trasladen sus preciosos restos, sirviéndole de inscripción el presente decreto.

2º.- Se erigirá en el atrio del palacio de Gobierno una estatua que represente a don Diego Portales con la inscripción siguiente: "Erigida por decreto del congreso nacional de Chile en honor de don Diego Portales"."

FERNANDO URÍZAR GARFIAS

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